Allá por el año de 1989 o 90’ escribí un poema, nunca lo difundí, solo una vez lo declamé, justo en el 90’ y lo guardé hasta ahora (marzo de 2016). No quería difundirlo porque estaba dedicado a la ausencia de un familiar cercano, ausencia que no existía por su puesto, estaba más vivo que yo.
Hoy esta persona ya no está, es así que quiero publicarlo como un homenaje terreno a quien enseñó con sabiduría el valor del silencio, arma por cierto muy poderosa, detestada por los belicosos y bullangueros, por los contestatario y venenosos, solo entendida por la paciencia y la comprensión.
Empieza así:
- IMÁGENES
No sé qué ha pasado,
pero ya no siento el calor del día
ni veo los pájaros cantar,
no siento las noches lluviosas y frías,
tan sólo siento soledad.
Siento el mundo tan distante de mí,
como la piedra tan distante de poseer llanto,
¡Pero yo sí!, ¡Yo si poseo llanto!
¡Mi corazón se oprime y mi pecho duele!
los recuerdos bonitos, amargos, alegres, todos,
todos mis sentimientos empiezan a rodar por mis mejillas.
A mi mente se aproximan imágenes,
que parecieran ya no pertenecerme,
y en todas está él presente,
siempre con su pragmático ejemplo,
me enseñó que la vida es dura
y que la felicidad, como hoy no perdura,
me enseñó a trabajar honradamente
y me enseñó a amar a mi enemigo,
para mi es el ideal del hombre,
pues me enseñó todo en la vida,
pero se olvidó de enseñarme a vivir solo.
Tengo temores desde su partida,
temor de que el tiempo me robe su recuerdo,
temor de olvidar su imponente voz,
¡Temor de no creer más en Dios!,
¡Temor de todo!, ¡Qué se yo!, ¡No se…!
Está frente a mí,
escucho sollozos y llanto alrededor mío
que divagan en mi mente…
ya no se qué pensar, en quien creer.
No sé qué ha pasado,
pero ya no siento la tibieza de la mañana,
ni veo de Dios bondad,
pues mi fe está tan lejana,
por esta soledad
y mi mente no concibe esta realidad,
de que mi padre… conmigo ya no está.